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♦ El Espíritu de la Navidad

El Espíritu de la Navidad es un ser de gran luz y logro Búdico. habla de este gran ser y de la luz que lleva:

Aquel conocido como el Espíritu de la Navidad ha venido, por tanto, a contar cosas del nacimiento de contra el trasfondo de la hora del año más oscura de la naturaleza. El anuncio en el solsticio de invierno de la aparición de su estrella es un gran drama del cosmos; y está aquí para enseñarnos que en la noche más oscura del anhelar del hombre, aparece la estrella de esperanza y el nacimiento del Salvador.

Entro en el Espíritu de la Navidad para que podáis entender que es totalmente posible que más de un hijo de Dios participe en un cargo santo, que ocupe conjuntamente la intención divina sobre la ramita que está doblada, sobre el punto, el punto de concentración de un cristal de cuarzo que abraza a un mundo de intención ígnea. Queridos corazones, vengo, por tanto, como el Espíritu de la Navidad, cuando vosotros pudierais esperar la llegada de aquel que se llama Santa Claus.

Recordad el corazón del niño –vuestro niño, vosotros mismos– que piensa en la venida de Santa Claus y cómo entrará en la casa, y cómo le vais a dejar galletas y leche y quizá incluso algo de comida para los renos. Recordad cómo entrasteis, creyendo plenamente, porque vuestros padres os lo dijeron, en ese Espíritu de Santa Claus. Y recordad también la desilusión cuando os enterasteis de que Santa Claus no existía.

¡Pero eso no es cierto! Santa Claus es real. Y estoy aquí para deciros que Santa Claus es el recipiente simbólico del Espíritu de la Navidad, aquel que encarna esta en la que yo he entrado.

Está mal decir a los niños que Santa Claus no existe. Está bien explicarles que el Espíritu de la Navidad es una persona, una persona hecha realidad en Dios, una persona que es un , que llena los corazones de la gente con la esperanza del mayor de todos los regalos, el regalo de la personal.

Esas cosas que deleitan a los niños –juegos, juguetes, cosas y anillos metidos en las medias–, amados corazones, en su origen, los regalos para el niño de todos los corazones estaban pensados para aumentar la percepción y la comprensión del niño sobre esa Persona de . Cuando se piensa en los regalos que se dan hoy día, nos damos cuenta de que algunos de ellos ayudan a la persona con un sentido mayor de identidad, mientras que otros adornan la persona exterior y tienden a crear más maya de idolatría. Y así, al añadir importancia y atención al yo exterior, la persona pierde la gran oportunidad de esta hora de entrar verdaderamente en el corazón de ese ser cósmico conocido como el Espíritu de la Navidad.

Por tanto, amados, comprended que este Espíritu encarna la conciencia colectiva de Cristeidad de todo el Espíritu de la ; de todos los seres ascendidos, es y maestros, huestes cósmicas del SEÑOR que son ese Cristo. Démonos cuenta, entonces, de que en todos los símbolos hay Realidad; en los arquetipos existe el patrón original de la imagen hecha perfecta a partir de Cristo; y en el propio Santa Claus está la esperanza duradera en todos de que la figura del Cristo Cósmico vendrá a traer la verdadera alegría, la alegría del corazón lleno de amor.

© Summit University Press

 

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Nombre que asumió Mark L. Prophet, mensajero de la Gran Hermandad Blanca, al hacer su ascensión. Compuesto por “Lan”, de Lancelot, y “ello”, de Longfellow, dos de sus encarnaciones. Junto con otros seres celestiales, el maestro ascendido Lanello dirige espiritualmente las actividades de The Summit Lighthouse desde el mundo celestial como el "guru siempre presente".
Véase Jesús.
Véase Presencia YO SOY.
1. Un maestro ascendido que ha alcanzado la con­ciencia cósmica y encarna la luz/energía/conciencia de muchos mundos y sistemas de mundos por todas las galaxias hasta el Sol detrás del Gran Sol Central.      2. Un ser de Dios que nunca ha descendido por debajo del nivel del Cristo, nunca ha estado en encamación física ni ha hecho karma humano ni ha cometido pecado, sino que ha sido parte de la Virgen Cósmica y sostiene un equilibrio cósmico para el retorno de las almas desde el valle (velo) del dolor hacia el Corazón Inmaculado de la Madre Bendita.
Véase Cristo.

(griego: Christos, “ungido”). Mesías (hebreo y arameo: “ungido”); “el Ungido”, aquel que es investido e infundido o ungido de la luz (el Hijo) de Dios. La Palabra, el Logos, la Segunda Persona de la Trinidad: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad… Aquél era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene al mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él y el mundo no le conoció.” En la Trinidad hindú de Brahma, Vishnu y Shiva, el término “Cristo” corresponde a la encarnación de Vishnu, el Preservador; avatara, hombre Dios, el que despeja la oscuridad, guru.

     El Cristo Universal es el mediador entre los planos del Espíritu y los planos de la Materia; personificado como el Santo Ser Crístico, es el mediador entre el Espíritu de Dios y el alma del hombre. El Cristo Universal sostiene el nexo (el flujo en forma de ocho) de la conciencia a través del cual las energías del Padre (Espíritu) pasan a sus hijos para la cristalización (inglés: Christ-realization: realización crística) de la Llama de Dios por el esfuerzo de su alma en el vientre cósmico (la matriz) de la Madre (Materia). A este proceso se le llama materialización (inglés: Mater-realization: realización en la Materia), “El Descenso”. El proceso por el cual las energías de la Madre aglutinadas en el alma pasan a través del nexo de la conciencia crística hacia el Padre es la aceleración llamada espiritualización (inglés: Spirit-realization: realización en el Espíritu), “El Ascenso”. Otro nombre que se le da al proceso mediante el cual la energía del alma regresa de la Materia al Espíritu es sublimación (inglés: sublimation: sublime action: acción sublime) o transmutación. Siendo ya una con el Hijo, el alma experimenta la consumación de este proceso como la ascensión, la unión con el Espíritu de la Presencia YO SOY, el Padre. La ascensión es el cumplimiento en el cielo de la promesa de Jesús en la tierra: “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros… El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos con él morada.”

     La fusión de las energías de la polaridad positiva y negativa de la Divinidad en la creación ocurre a través del Cristo Universal, el Logos sin el cual “nada de lo que es fue hecho”. El flujo de luz del macrocosmos hacia el microcosmos, del Espíritu (la Presencia YO SOY) al alma y de regreso siguiendo la espiral en forma de ocho, se cumple a través de este bendito Mediador que es Cristo, el SEÑOR, la verdadera encarnación del YO SOY EL QUE YO SOY. Ya que Jesús es esa Palabra encarnada, puede decir: “El YO SOY es [el YO SOY en mí es] la Puerta Abierta [al cielo y a la tierra] que ningún hombre puede cerrar”, y “Todo el Poder me es dado [a través del YO SOY en mí] en el cielo y en la tierra”, y también “He aquí, YO SOY [el YO SOY en mí está] vivo por siempre –como Arriba, así abajo– y tiene las llaves del reino de los cielos y las llaves de la muerte y el infierno, y a quienquiera que el Padre quiera yo se las doy, y son dadas en su nombre”. Esto que aún hoy afirma el maestro ascendido Jesucristo también lo afirma para nosotros nuestro Santo Ser Crístico. Así, el Cristo Universal del Hijo único y de los muchos efectivamente mediatiza la Presencia del YO SOY hacia nosotros a través de nuestro propio y amado Santo Ser Crístico. Ésta es la verdadera comunión con el Cristo Cósmico cuyo Cuerpo (Conciencia) fue “partido”, compartido, individualizado para cada hijo del corazón del Padre. Los Hijos de Dios son depositarios de la Máxima Luz para los que aún son criaturitas en Cristo.

     El término “Cristo” o “ungido del Cristo” también denota un cargo en la jerarquía que ocupan los que han alcanzado la automaestría en los siete rayos y los siete chakras del Espíritu Santo. La maestría crística incluye equilibrar la llama trina (los atributos divinos de poder, sabiduría y amor) para la armonización de la conciencia y la implementación de la maestría de los siete rayos en los chakras y en los cuatro cuerpos inferiores mediante la Llama de la Madre (la kundalini elevada). En la hora designada para la ascensión, el alma así ungida eleva la espiral de la llama trina desde abajo de los pies, pasando por toda la forma, para la transmutación de todo átomo y célula de su ser, conciencia y mundo. La saturación y la aceleración de los cuatro cuerpos inferiores y el alma mediante esta luz transfiguradora de la llama crística ocurre en parte durante la iniciación de la transfiguración, se incrementa con la resurrección y adquiere plena intensidad durante el ritual de la ascensión.

     El Ser Crístico individual, el Cristo personal, es el iniciador de toda alma viviente. Cuando el individuo pasa estas diversas iniciaciones en el sendero de la cristeidad, incluyendo “dar muerte al morador del umbral”, se gana el derecho a que se le llame ungido del Cristo así como hijo o hija de Dios. Hay quienes, en eras pasadas, se ganaron semejante título y comprometieron esa culminación o no lograron manifestarla en encarnaciones subsiguientes. En esta era el Logos los requiere para que manifiesten su maestría divina interna y la perfeccionen en el plano físico mientras están en encarnación física. Por lo tanto, para asistir a los hijos e hijas de Dios en hacer que su manifestación sea conmensurable con su luz interior, los maestros de la Gran Hermandad Blanca han dado sus enseñanzas a través de los maestros ascendidos y de sus mensajeros en este siglo [XX]. Y Saint Germain fundó la Fraternidad de Guardianes de la Llama, a través de la cual envía lecciones mensuales graduadas a los miembros de esta orden, dedicada a guardar la llama de la Vida en todo el mundo. Antes de pasar con éxito las iniciaciones del discipulado, se hace referencia al individuo como hijito de Dios, en contraste con el término “Hijo de Dios”, que denota la plena cristeidad, en la cual el alma, en y como Hijo del hombre, se ha fundido en el Hijo de Dios siguiendo el ejemplo de Jesucristo.

     Con la expansión de la conciencia crística, el ungido del Cristo avanza para alcanzar la realización de la conciencia crística en el nivel planetario y es capaz de sostener el equilibrio de la llama crística para las evoluciones del planeta. Cuando logra esto, asiste a los miembros de la jerarquía celestial que prestan su servicio en el cargo de Instructores del Mundo y al Cristo planetario. Véase Gráfica de tu Ser Divino, Jesús.

Juan 1:1-4; 14:20, 23. Cf. Apocalipsis 3:8; Mateo 28:18; Apocalipsis 1:18

Orden espiritual de santos occidentales y adeptos orientales que se han reunido con el Espíritu del Dios vivo; las huestes celestiales. Han trascendido los ciclos de karma y renacimiento y ascendido (acelerado) a aquella realidad superior que es la morada eterna del alma. En cada era, cultura y religión han surgido maestros ascendidos de la Gran Hermandad Blanca, unidos para los más altos propósitos de la hermandad del hombre bajo la Paternidad de Dios, para inspirar avances creativos en la educación, las artes y las cien­cias, el gobierno divino y la vida abundante en las economías de las naciones. La palabra “blanca” no se refiere a raza sino al aura (halo) de luz blanca que circunda su forma. La Hermandad comprende entre sus filas a ciertos chelas no ascendidos de los maestros ascendidos. Jesucristo reveló la existencia de esta orden celestial de santos “vestidos de blanco” a su siervo Juan. Véase jerarquía cósmica, Pléyades. Apocalipsis 3:4, 5; 6:9-11; 7:9, 13, 14; 19:14

Espíritu divino, heraldo, precursor o mensajero enviado por Dios para comunicar Su Palabra a Sus hijos. Espíritu ministrante enviado para asistir a los herederos del Cristo, para confortar, proteger, guiar, fortalecer, enseñar, aconsejar y prevenir. Cohortes de la luz al servicio de los seres crísticos, los hijos e hijas de Dios, por todo el cosmos. Un “ángulo” de la conciencia de Dios –un aspecto de Su Autoconciencia; un ser formado por Dios a partir de Su propia llameante Presencia para asistir a la Vida en la forma. “Y de sus ángeles dijo: El que hizo a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llama de fuego.” Las huestes celestiales comprenden una evolución que se diferencia de la humanidad por su llameante individualidad y la pureza de su devoción a la Deidad y a los arcángeles jerarcas bajo cuyo mando prestan servicio. Su función es concentrar, acelerar y amplificar los atributos de Dios en beneficio de Su creación. Atienden las necesidades de los hombres atrayendo luz hacia su aura, intensificando los sentimientos de esperanza, fe y caridad, honor, integridad, valor, verdad y libertad, misericordia y justicia, y todo aspecto de la claridad cristalina de la Mente de Dios. Debido a la sacralidad de su presencia invisible, el autor del Libro de Hebreos dijo: “No olvidéis la hospitalidad, porque algunos, sin saberIo, hospedaron ángeles.” Con lo que abunda en el hecho de que los ángeles sí encarnan y andan entre nosotros como nuestros mejores amigos y auxiliadores, aun cuando sean unos perfectos extraños.

     Metafóricamente hablando, los ángeles son electrones que giran alrededor de la Presencia Solar que es Dios, electrones que han elegido, por Su voluntad innata en ellos, expandir Su conciencia en todos los planos de la existencia; que han sido “cargados” de la luz/energía/conciencia del Gran Sol Central para ser “electrodos”, esto es, pilares de la ardiente presencia de Dios que operan como “transformadores de desaceleración” de la Luz inefable, para que Sus hijos puedan recibir una porción de esperanza de la gloria que ha de venir en medio de la noche oscura de su situación kármica en la tierra. Los ángeles pueden adquirir forma humana o de “bastoncillos” y “conos” o espirales y rollos de energía concentrada que puede ser liberada para la curación personal y planetaria, en respuesta al llamado de los seres crísticos, literalmente como una transfusión del Cuerpo y la Sangre del Cristo Cósmico dondequiera y cuandoquiera que se necesite. Hay ángeles de curación, de protección, amor, consuelo y compasión, ángeles que asisten en los ciclos de nacimiento y muerte, ángeles del Ojo Omnividente de Dios que esgrimen la espada llameante de la Verdad para separar de tajo lo real de lo irreal. Hay tipos y órdenes de ángeles que realizan servicios específicos en la jerarquía cósmica, como los serafines y los querubines, o los ángeles devas que sirven con los espíritus de la naturaleza y los elementales del fuego, el aire, el agua y la tierra. Véase ángeles caídos.