Individuos bienintencionados han propuesto soluciones diversas con objeto de resolver nuestros problemas ambientales. Una que se ha discutido ampliamente es el establecimiento de una forma de gobierno mundial en la que el control centralizado de los ecosistemas sea administrado por un grupo de ambientalistas especializados. Con el fin de eliminar los desequilibrios de la biosfera y las discrepancias en las economías de las naciones, los proponentes de este plan promueven la redistribución de los recursos naturales y humanos a escala global, dando con ello a cada hombre y a cada país su “justa tajada” de la Tierra y su atmósfera: una parcela de tierra bajo una parcela de cielo.
Aunque reconocemos la sinceridad de la mayoría de los que están trabajando para mejorar la prosperidad de todos los hombres, debemos señalar que en este plan hay ciertas inconsistencias muy marcadas con la ley cósmica. Para empezar, la no recomienda un solo gobierno mundial. Hasta que el no gobierne en el corazón del individuo, el individuo no está capacitado para gobernar al mundo. Es necesario entender que los estados-nación fueron instituidos por los para que fungieran como punto final de transición entre la sociedad imperfecta que se desarrolló después de que el hombre fuera expulsado del Edén y la sociedad perfecta que prevalecerá en la : una sociedad basada en un gobierno único encabezado por el Príncipe de la Paz y aquellos individuos que hayan alcanzado la automaestría a través de la . Los abusos que han tenido lugar en el seno de los estados-nación y entre unos y otros no son la intención de Dios, sino un reflejo de la ignorancia y la indiferencia del hombre respecto de esa intención; y es lo que cabría esperar en vista de su actual estado imperfecto de evolución.
La advierte en contra de la prematura unión de los pueblos, ni siquiera con el propósito de resolver los problemas del ecosistema planetario. Porque, debido a su grupal y a su destino divino de manifestar un aspecto de la conciencia crística como nación, los pueblos del mundo requieren límites de identidad que les permitan cumplir su razón de existir. El sistema de estados-nación no es inherentemente perverso, ni sus habitantes son inherentemente egoístas, ya que, al desarrollar su propia individualidad y respetar el derecho de los demás a hacer lo mismo, mejoran la evolución de todos los demás estados y del cuerpo planetario por entero.
La unión de los pueblos del mundo ocurrirá de manera natural a medida que los individuos y las naciones se esmeren por alcanzar la perfección y la unión a través del Cristo. Mientras tanto, los maestros instan a todas las familias, a todas las comunidades, los estados y las naciones a empezar a buscar soluciones para sus problemas ambientales. Cuando este proyecto se realice desinteresadamente, y su única motivación sea el bienestar general, entonces, y sólo entonces, se harán verdaderos progresos.
Creer que el gobierno de una élite intelectual eliminará los peligros inherentes a un sistema mundial de control de la ecología es algo que un estudiante de los maestros ascendidos debe poner seriamente en entredicho. Aun cuando la Jerarquía reconoce que solamente los individuos más altamente calificados y mejor preparados entre los hombres deberían tener la última palabra sobre los controles ambientales, su juicio y el juicio del sobre quién es el más apto y quién es el mejor preparado no necesariamente coinciden.
Aunque en teoría el gobierno de una élite intelectual sería aceptable, queremos señalar que en la práctica dicho sistema puede ser rígido y peligroso. La rigidez del plan estriba en la imposición de las decisiones que tome el cuerpo gobernante mundial. Solamente un estado policiaco internacional, con el poder de pasar por encima de la soberanía de las naciones, podría efectivamente poner semejante plan en acción. El peligro del plan estriba en la presunción del género humano de que con el solo intelecto puede llegar a los juicios de Dios.
Aunque suele ser cierto que la mente entrenada puede sintonizarse mejor con la , también es verdad que las mejores mentes pueden estar entrenadas en concordancia con los peores conceptos. Esas mentes rechazarán los dictados del Cristo porque han sido condicionadas por la perspectiva deformada de la . Aunque no por su culpa, algunos de los más grandes pensadores del mundo han sido privados de la más mínima comprensión de las leyes del karma y la reencarnación y del lugar que ocupa nuestro planeta en el escenario cósmico. Y sin embargo están desarrollando formas de alterar todos los patrones de la vida para amoldarlos al hombre-animal en el que han sido entrenados a creer. Cuando lo mejor del hombre no es lo suficientemente bueno para convertirse en un estándar universal, entonces es preferible que su esfera de influencia no sea universal. Desaparecer al estado-nación acaba con los últimos medios para limitar la proliferación del error, hasta que el hombre sea capaz de trascender las limitaciones de su falso adoctrinamiento.
Debemos concluir que hasta que los “especialistas” seleccionados para hacerse cargo del propuesto ecosistema mundial único no reconozcan el potencial crístico de todos los miembros de la biosfera, y la automaestría se convierta en el primer objetivo de la educación, hasta que el propósito del gobierno no sea visto como la protección del Cristo en todo hombre, un sistema mundial de control corre el riesgo de ser utilizado por las personas equivocadas para fines equivocados. Solamente cuando los especialistas mismos estén trabajando conscientemente para la unidad con el Ser Crístico se podrá confiar en que preservarán las libertades que son esenciales para la realización del Cristo en cada hombre; sólo entonces se podrá confiar en que forjen el destino de toda una evolución planetaria.
Al examinar la convicción de que los problemas ecológicos del hombre pueden resolverse con una distribución más equitativa de los recursos humanos y naturales los maestros ascendidos señalan que precisamente debido a que los cocientes de energía de los individuos no son iguales la teoría de la distribución equitativa es insostenible. El esfuerzo individual para desarrollar la y para expandir las cualidades de la Deidad es el factor determinante del estatus individual de cada hombre como hijo o hija de Dios. Y, tal como se ilustra en la Parábola de los Talentos [Mateo 25:14-30], el uso que hace el hombre de sus talentos en una encarnación determina cuántos merecerá en la siguiente.
Los individuos y las naciones cuyos esfuerzos para obrar las obras de Dios han sido más grandes que los de otros que tuvieron la misma oportunidad se han ganado el derecho a atraer de la Fuente universal una mayor dotación de riqueza, energía y talento.
Tal como ningún hombre puede tomar los tesoros del cielo de otro hombre, tampoco puede un individuo o una unidad política exigir de otro riquezas y bienes que no se haya ganado con una labor honesta. El hecho mismo de que una persona o un grupo de personas hayan nacido en un tiempo y un lugar dados, en una particular raza o familia, en una nación y un continente particulares, es una indicación de 1. su karma, bueno o malo ―de aquello cuyo derecho a disfrutar se ha ganado o no―, y 2. su ―el servicio que, de acuerdo con la voluntad de Dios y su arquetipo divino, es su deber cumplir.
El plan para un ecosistema mundial único no funcionará porque no toma en consideración el delicado equilibrio del ecosistema espiritual: la interacción del cuerpo causal de diez mil millones de almas asignadas al aula que es este planeta. Los individuos, los grupos, los vecindarios, las comunidades, las ciudades, los estados, las naciones comprenden ecosistemas dentro de ecosistemas con interdependencias y energías que se entrelazan. Separarlas y volver a juntarlas como un juego de cubos ―mezclar personas y cosas como si fueran barajas y sacar un nuevo mundo― es una violación de la ley cósmica, tan grave como augurar el fin de la biosfera. El control total de un planeta y sus habitantes equivale a la destrucción total del cumplimiento del potencial crístico a través de la iniciativa individual. Si destruís la iniciativa para crear de un hombre, destruís al hombre, y hacéis de él un animal. Y si al mismo tiempo destruís la identidad de una nación al despojarla de su destino, lo que os queda no es una era de oro sino una granja de animales.
Hay quienes abogan por una organización mundial fundándose en que el hombre ha reconocido su necesidad de extender su esfera de identidad, es decir, trascender su identificación con su persona, su familia, su clan y su nación para incluir todo su mundo. Dicen que la causa de todos los problemas de la ecología es el deseo del hombre de expresar su individualidad y conservar su libertad de actuar como le plazca. Y concluyen que el hombre debe renunciar a sus hábitos egocéntricos en bien de la familia humana entera, de la que no es más que un miembro individual.
Todos sabemos que el hombre debe aprender a identificarse con el hombre si la Vida ha de continuar en este planeta. Debe ser el guardián de su hermano; y mediante la identificación con aquello que es real en la persona y en la sociedad debe renunciar a sus deseos egoístas si ha de seguir progresando tanto espiritual como materialmente. Pero el hombre no puede hacer esto mientras guarde su carnalidad: la imagen de sí mismo como hombre-animal con la que ha funcionado desde su caída de gracia de la imagen del Cristo. Por eso, si quiere deshacerse de su egoísmo debe elevarse por encima del plano de identificación con la vida animal para reclamar su herencia de hijo de Dios, libre de pecado y de egoísmo. Sólo entonces será capaz de extender su esfera de identidad y con el poder del amor divino incluir al mundo entero en su percepción autoconsciente.
Una de las grandes falacias de nuestros tiempos es la proyección, en la página en blanco del futuro, de las actuales imperfecciones de la humanidad. Si en vez de ello, mediante la invocación del fuego sagrado en el presente, el género humano transmutara el mal (o el velo de energía) del día, como Jesús dijo, se le darían los recursos para hacer frente a los desafíos del futuro. Y sus problemas futuros no se verían agravados por su fracaso para resolver los problemas del presente.
Nota 200 de Climb the highest mountain.
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cósmica. La cadena universal de seres libres en Dios individualizados que cumplen con los atributos y los aspectos de la infinita Individualidad de Dios. Dentro del esquema de la jerarquía cósmica están los Logos Solares, los Elohim, los Hijos e Hijas de Dios, maestros ascendidos y maestros no ascendidos con sus círculos de chelas, seres cósmicos, las doce jerarquías solares, arcángeles y ángeles del fuego sagrado, hijos de la luz, espíritus de la naturaleza (los elementales) y llamas gemelas de la polaridad de Alfa y Omega que patrocinan sistemas planetarios y galácticos.
Esta orden universal de la propia Auto-Expresión del Padre es el medio por el cual Dios, en el Gran Sol Central, desacelera la Presencia y el poder de Su ser/conciencia universal para que las evoluciones sucesivas en el tiempo y el espacio, de la más pequeña a la más grande, puedan llegar a conocer el milagro de Su amor. El nivel de realización espiritual/física de un individuo –medida por la autopercepción equilibrada, “oculta con el Cristo en Dios”, y que con Su amor demuestra Su Ley en el cosmos del Espíritu y la Materia– es el criterio que establece dónde está colocado el individuo en la escala de la vida llamada jerarquía.
En el siglo III, Orígenes de Alejandría describió su concepción de una jerarquía de seres que va de los ángeles a los seres humanos, a los demonios y las bestias. El conocido erudito y teólogo de la Iglesia primitiva, que expuso la piedra angular de la doctrina de Cristo, y sobre cuyas obras los subsiguientes padres de la Iglesia, doctores y teólogos edificaron sus tradiciones, enseñaba que a las almas se les asignan sus respectivos cargos y deberes con base en acciones y méritos pasados, y que cada una tiene la oportunidad de subir o de bajar de rango. Muchos seres de la jerarquía celestial están nombrados en el libro del Apocalipsis. Aparte de la falsa jerarquía del Anticristo, que incluye a los ángeles expulsados, algunos de los miembros de la Gran Hermandad Blanca enlistados por Jesús son Alfa y Omega, los siete Espíritus, los ángeles de las siete iglesias, los Veinticuatro Ancianos, las cuatro bestias, los santos vestidos de blanco, los Dos Testigos, el Dios de la Tierra, la Mujer vestida del Sol y su Niño-Hombre, el arcángel Miguel y sus ángeles, el Cordero y su esposa, los ciento cuarenta y cuatro mil que llevan el nombre del Padre escrito en la frente, el ángel del Evangelio Eterno, los siete ángeles (esto es, los arcángeles de los siete rayos) parados delante de Dios, el ángel vestido de nube y con un arco iris sobre la frente, los siete truenos, El Fiel y Verdadero y sus ejércitos, y aquel que estaba sentado en el gran trono blanco. Véase Elohim.
(griego: Christos, “ungido”). Mesías (hebreo y arameo: “ungido”); “el Ungido”, aquel que es investido e infundido o ungido de la luz (el Hijo) de Dios. La Palabra, el Logos, la Segunda Persona de la Trinidad: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad… Aquél era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene al mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él y el mundo no le conoció.” En la Trinidad hindú de Brahma, Vishnu y Shiva, el término “Cristo” corresponde a la encarnación de Vishnu, el Preservador; avatara, hombre Dios, el que despeja la oscuridad, guru.
El Cristo Universal es el mediador entre los planos del Espíritu y los planos de la Materia; personificado como el Santo Ser Crístico, es el mediador entre el Espíritu de Dios y el alma del hombre. El Cristo Universal sostiene el nexo (el flujo en forma de ocho) de la conciencia a través del cual las energías del Padre (Espíritu) pasan a sus hijos para la cristalización (inglés: Christ-realization: realización crística) de la Llama de Dios por el esfuerzo de su alma en el vientre cósmico (la matriz) de la Madre (Materia). A este proceso se le llama materialización (inglés: Mater-realization: realización en la Materia), “El Descenso”. El proceso por el cual las energías de la Madre aglutinadas en el alma pasan a través del nexo de la conciencia crística hacia el Padre es la aceleración llamada espiritualización (inglés: Spirit-realization: realización en el Espíritu), “El Ascenso”. Otro nombre que se le da al proceso mediante el cual la energía del alma regresa de la Materia al Espíritu es sublimación (inglés: sublimation: sublime action: acción sublime) o transmutación. Siendo ya una con el Hijo, el alma experimenta la consumación de este proceso como la ascensión, la unión con el Espíritu de la Presencia YO SOY, el Padre. La ascensión es el cumplimiento en el cielo de la promesa de Jesús en la tierra: “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros… El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos con él morada.”
La fusión de las energías de la polaridad positiva y negativa de la Divinidad en la creación ocurre a través del Cristo Universal, el Logos sin el cual “nada de lo que es fue hecho”. El flujo de luz del macrocosmos hacia el microcosmos, del Espíritu (la Presencia YO SOY) al alma y de regreso siguiendo la espiral en forma de ocho, se cumple a través de este bendito Mediador que es Cristo, el SEÑOR, la verdadera encarnación del YO SOY EL QUE YO SOY. Ya que Jesús es esa Palabra encarnada, puede decir: “El YO SOY es [el YO SOY en mí es] la Puerta Abierta [al cielo y a la tierra] que ningún hombre puede cerrar”, y “Todo el Poder me es dado [a través del YO SOY en mí] en el cielo y en la tierra”, y también “He aquí, YO SOY [el YO SOY en mí está] vivo por siempre –como Arriba, así abajo– y tiene las llaves del reino de los cielos y las llaves de la muerte y el infierno, y a quienquiera que el Padre quiera yo se las doy, y son dadas en su nombre”. Esto que aún hoy afirma el maestro ascendido Jesucristo también lo afirma para nosotros nuestro Santo Ser Crístico. Así, el Cristo Universal del Hijo único y de los muchos efectivamente mediatiza la Presencia del YO SOY hacia nosotros a través de nuestro propio y amado Santo Ser Crístico. Ésta es la verdadera comunión con el Cristo Cósmico cuyo Cuerpo (Conciencia) fue “partido”, compartido, individualizado para cada hijo del corazón del Padre. Los Hijos de Dios son depositarios de la Máxima Luz para los que aún son criaturitas en Cristo.
El término “Cristo” o “ungido del Cristo” también denota un cargo en la jerarquía que ocupan los que han alcanzado la automaestría en los siete rayos y los siete chakras del Espíritu Santo. La maestría crística incluye equilibrar la llama trina (los atributos divinos de poder, sabiduría y amor) para la armonización de la conciencia y la implementación de la maestría de los siete rayos en los chakras y en los cuatro cuerpos inferiores mediante la Llama de la Madre (la kundalini elevada). En la hora designada para la ascensión, el alma así ungida eleva la espiral de la llama trina desde abajo de los pies, pasando por toda la forma, para la transmutación de todo átomo y célula de su ser, conciencia y mundo. La saturación y la aceleración de los cuatro cuerpos inferiores y el alma mediante esta luz transfiguradora de la llama crística ocurre en parte durante la iniciación de la transfiguración, se incrementa con la resurrección y adquiere plena intensidad durante el ritual de la ascensión.
El Ser Crístico individual, el Cristo personal, es el iniciador de toda alma viviente. Cuando el individuo pasa estas diversas iniciaciones en el sendero de la cristeidad, incluyendo “dar muerte al morador del umbral”, se gana el derecho a que se le llame ungido del Cristo así como hijo o hija de Dios. Hay quienes, en eras pasadas, se ganaron semejante título y comprometieron esa culminación o no lograron manifestarla en encarnaciones subsiguientes. En esta era el Logos los requiere para que manifiesten su maestría divina interna y la perfeccionen en el plano físico mientras están en encarnación física. Por lo tanto, para asistir a los hijos e hijas de Dios en hacer que su manifestación sea conmensurable con su luz interior, los maestros de la Gran Hermandad Blanca han dado sus enseñanzas a través de los maestros ascendidos y de sus mensajeros en este siglo [XX]. Y Saint Germain fundó la Fraternidad de Guardianes de la Llama, a través de la cual envía lecciones mensuales graduadas a los miembros de esta orden, dedicada a guardar la llama de la Vida en todo el mundo. Antes de pasar con éxito las iniciaciones del discipulado, se hace referencia al individuo como hijito de Dios, en contraste con el término “Hijo de Dios”, que denota la plena cristeidad, en la cual el alma, en y como Hijo del hombre, se ha fundido en el Hijo de Dios siguiendo el ejemplo de Jesucristo.
Con la expansión de la conciencia crística, el ungido del Cristo avanza para alcanzar la realización de la conciencia crística en el nivel planetario y es capaz de sostener el equilibrio de la llama crística para las evoluciones del planeta. Cuando logra esto, asiste a los miembros de la jerarquía celestial que prestan su servicio en el cargo de Instructores del Mundo y al Cristo planetario. Véase Gráfica de tu Ser Divino, Jesús.
Juan 1:1-4; 14:20, 23. Cf. Apocalipsis 3:8; Mateo 28:18; Apocalipsis 1:18
Filipenses 2:5
Ciclo de iluminación, paz y armonía en el que las almas de la humanidad se fusionan en la Llama del Cristo para el cumplimiento del plan divino, “como Arriba, así abajo”. A través de la convergencia del plano etérico y la capa etérica con los tres vehículos inferiores del cuerpo planetario y sus evoluciones, el reino de los cielos se manifestará en la tierra tal como ya existe ahora en la octava etérica. Véase cuerpo etérico.
“Era de oro significa una era basada en el patrón oro –el patrón del oro de la conciencia crística, de la regla de oro, del oro como luz del sol precipitada para el equilibrio de la mente y de las emociones y para el flujo de la vida incluso en el plano físico” (Dios del Oro).
La conciencia o percepción de uno mismo en y como el Cristo; alcanzar un nivel de conciencia conmensurable con el que alcanzó Jesús, el Cristo. La conciencia crística es la culminación dentro del alma de esa Mente que estaba en Cristo Jesús. Es alcanzar la acción equilibrada de poder, sabiduría y amor —del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo– y la pureza de la Madre mediante una llama trina del corazón equilibrada. Es la Fe perfeccionada en el deseo de hacer la Voluntad de Dios, la Esperanza en la salvación de Cristo Jesús gracias al sendero de su justicia realizado en nosotros y la excelencia de la Caridad en el más puro amor de dar y recibir en el SEÑOR.
Filipenses 2:5
(sánscrito: “acto, acción, obra”). El karma es energía/conciencia en acción; la ley de causa y efecto y retribución. Llamada también ley del círculo, que decreta que cualquier cosa que hagamos completará un círculo y regresará a nuestra puerta para resolución. Pablo dijo: “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” Newton observó: “Para toda acción hay una reacción igual y opuesta.” La ley del karma requiere que el alma reencarne hasta que todos los ciclos kármicos se hayan saldado. Así, de una vida a la siguiente el hombre determina su destino por sus acciones, incluyendo sus pensamientos, sentimientos, palabras y obras. Saint Germain enseña el sendero acelerado de la transmutación del karma con la llama violeta del Espíritu Santo y trascendiendo las rondas de renacimiento a través del sendero de la cristeidad individual que conduce a la ascensión demostrada por Jesús.
Gálatas 6:7
Romanos 8:7
La llama del Cristo, la chispa de la vida que arde en la cámara secreta del corazón de los hijos e hijas de Dios. La sagrada trinidad de poder, sabiduría y amor que es la manifestación del fuego sagrado. Véase Gráfica de tu Ser Divino.