Antes de adentramos en las detalladas descripciones de los varios maestros y sus retiros, sirve tener un marco de referencia. Un conocimiento preliminar de la estructura de la jerarquía celestial es un requisito previo útil para entrar en el mundo de los maestros.
¿Quiénes son los maestros ascendidos?
Todos los hijos y las hijas de Dios tienen una chispa divina, que es el potencial que tienen para convertirse en el Cristo interior, o para realizarlo. Este concepto se encuentra en el corazón de las principales religiones de Oriente y Occidente. Y formó parte de las enseñanzas originales que Jesús dio a sus discípulos, muchas de las cuales fueron ocultadas por los Padres de la Iglesia o bien destruidas.
En las escrituras no hay ningún registro de Jesús dijera que es el único Hijo de Dios, con derecho exclusivo a la Filiación Divina. Su mensaje fue que deberíamos seguir sus pasos para realizar la plenitud de este Cristo en nuestra vida, porque sólo así podemos realizar sus obras en la Tierra.
La culminación del sendero de cristeidad es la ascensión, una aceleración espiritual de conciencia que tiene lugar a la conclusión natural de nuestra última vida en la Tierra. A través de la ascensión el alma se funde con Cristo, su Señor, y regresa al Dios Padre-Madre, libre de las rondas de karma y renacimiento.
¿Cómo se convierte uno en maestro y entra en el mundo celestial? Un maestro es alguien que ha alcanzado la maestría sobre sí mismo utilizando la energía del libre albedrío, aunada a la ley de su unidad con Dios, para demostrar maestría en el tiempo y el espacio. Mediante la maestría del flujo de energía en su propio ser así como en su entorno, alcanza cierto nivel de realización espiritual, poniendo a su alma en congruencia con su propia percepción de Dios. Esta maestría lo empuja hacia la reunión con Dios llamada ascensión en la luz, el ritual del regreso que Jesús demostró. De ahí el término maestro ascendido.
Jesús no fue el único Hijo de Dios que demostró el ritual de la ascensión, ni será el último. Y tampoco es el único Hijo de Dios en el cielo. Elías también ascendió al cielo. Enoc caminó con Dios, y “desapareció, porque le llevó Dios”. Juan el Amado, el discípulo más cercano a Jesús, demostró la ascensión, igual que María la Madre. De hecho, hijos e hijas de Dios por todo el cosmos han seguido el sendero de la ascensión desde la primera creación. El sendero de la ascensión es el sendero de evolución espiritual.
Habiendo saldado su karma y logrado su misión única, los maestros ascendidos se han graduado de la escuela de la Tierra y han ascendido hacia Dios. Son nuestros hermanos y hermanas mayores en el sendero de la cristeidad personal. Muchos nos resultan familiares, habiendo caminado entre nosotros a lo largo de los tiempos, mientras que otros pueden resultar desconocidos a nuestra mente exterior. Algunos maestros son antiguos seres de luz y hace mucho que su nombre pasó a ser secundario a las llamas que portan.
Los maestros ascendidos han demostrado la victoria sobre el pecado, la enfermedad y la muerte, así como sobre todo conflicto. Han saldado lo que en Oriente se llama karma y en Occidente pecado. Han transmutado todas las energías que les fueron entregadas alguna vez para que las utilizaran en todas las encarnaciones, y han regresado al corazón del YO SOY EL QUE YO SOY. Está escrito: “y una nube le recibió y le quitó de sus ojos”. Esta nube es un campo de fuerza de energía electrónica o espiritual llamada Mónada Divina. Es la Presencia YO SOY, la Presencia del YO SOY que se le apareció a Moisés como la llama que ardía en la zarza que no se consumía. Esta Presencia es nuestro origen, nuestro Verdadero Ser, mediante el cual nosotros también podemos alcanzar lo que se denomina conciencia cósmica. La energía de nuestra propia fuente divina no es remota. Está siempre presente dentro y por encima de nosotros, rondándonos como una nube de energía espiritual infinita. (Véase la descripción de la Gráfica de Tu Yo Divino.)
Todo maestro que está en el cielo ya se ha fundido con el Espíritu de la Presencia YO SOY. Al demostrar las leyes de Dios, los maestros hacen patente que nosotros también podemos alcanzar la inmortalidad. Todo lo que somos no se pierde cuando llega la muerte, sino que se perpetúa mediante la acción de esa luz que alumbra a todo hombre que viene al mundo.
Todos ellos forman parte de la Gran Hermandad Blanca, mencionada en Apocalipsis 7 como la gran multitud de santos “vestidos de ropas blancas” que están ante el trono de Dios (el término “blanca” no se refiere a la raza, sino al aura de luz blanca que rodea a estos inmortales). La Hermandad trabaja con buscadores y siervos públicos serios de todas las razas, religiones y procedencias con el fin de ayudar a la humanidad en el avance de su evolución.
Entre estos santos están el Buda Gautama, Maitreya, Jesucristo, san Miguel Arcángel, Zaratustra, Moisés, Melquisedec, la Madre María, san Francisco, Saint Germain, El Morya, Teresa de Lisieux y una cantidad indefinida y sin nombre de corazones llenos de amor, que han servido a la humanidad, que han ascendido al YO SOY EL QUE YO SOY y forman parte del Dios vivo para siempre.
Estos maestros son instructores de la humanidad. Enseñan el sendero de la victoria conquistadora por el cual el alma puede reunirse con el Yo Superior, caminar por la Tierra con maestría sobre sí mismos, siguiendo los pasos de Jesús como seres crísticos y regresar al mundo del cielo al final de una vida de servicio. Éste es el sendero de cristeidad personal mediante el cual todos pueden encontrar el camino de la superación.
Los maestros ascendidos enseñan con el ejemplo, no con palabras ni trivialidades. Ellos nos revelan el siguiente paso que hemos de dar para nuestra evolución espiritual. Enseñan el camino, y dicen: “YO SOY el camino. Éste es el camino, y el camino lo conocéis.” El “camino” es un sendero que puede ser recorrido.
Habiendo caminado donde lo hacemos nosotros, los maestros están bien capacitados para enseñarnos. Y aun cuando enseñan a la humanidad, eran y son estudiantes. Ellos también estudiaron en los retiros del mundo celestial como preparación para encarnar en la Tierra; incluso como seres ascendidos son estudiantes de otros maestros que están por encima de ellos en la gran cadena del ser, la jerarquía celestial. El sendero del discipulado continúa en el mundo celestial y es un modelo de la relación estudiante-instructor, maestro-discípulo en la Tierra.
Los maestros ascendidos vienen a iniciarnos en los antiguos misterios de Cristo y Buda, y el Evangelio Eterno para la nueva era de Acuario. Y vienen para exhortarnos para que nos elevemos hacia la gran llama de Dios que hay dentro de nosotros y derrotemos los moméntum de karma que regresan de improviso en esta era. Los maestros ascendidos presentan un sendero y una enseñanza con los cuales todo individuo en la Tierra puede encontrar su camino de regreso a Dios.
Cada maestro ascendido es único en el sentido cósmico de la palabra, ya que tiene un cuerpo causal singular mediante el cual él o ella pueden bendecir, curar y enseñar a las corrientes de vida como nosotros que no están tan adelantadas en el Sendero. Por consiguiente, cuando hayamos cumplido nuestra razón de ser y saldado nuestro karma tendremos mucho que ofrecer a la vida como resultado de todo el bien constructivo que hayamos producido en la Tierra.
Siete maestros enseñan los siete senderos hacia Dios
Cuando teneos acceso al conocimiento de los maestros ascendidos, percibimos cómo definir el Sendero. El sendero de regreso al Origen puede recorrerse yendo por siete rayos de la conciencia crística que emergen de la luz blanca.
Los siete rayos de colores son la división natural de la luz blanca pura que emana del corazón de Dios al descender a través del prisma de la manifestación. Se trata de las subdivisiones de la plenitud del Cristo. Independientemente del color que tengan, todas las llamas poseen un núcleo de fuego blanco de pureza que encarna todos los atributos de Dios y que puede ser invocado por aquellos que deseen expandir la conciencia crística.
Los siete rayos presentan siete senderos hacia la cristeidad individual o personal. Siete maestros han dominado la identidad al caminar por estos senderos, definidos como los siete arquetipos de la cristeidad. A estos siete maestros se les llama chohanes de los rayos, que significa señores de los rayos. Chohán es un término sánscrito que significa señor, y señor es equivalente a ley; de ahí que el chohán sea la acción de la ley del rayo. Ser un chohán en uno de los siete rayos significa que ese maestro define la ley en ese rayo; a través de él esa energía del Cristo y de Dios fluye hacia la humanidad, hacia todos los que evolucionan en ese sendero en particular.
Los chohanes son los maestros ascendidos más cercanos a quienes desean ser chelas, o estudiantes, de los verdaderos gurus. Los chohanes operan en planos de perfección, pero esos planos están unidos simultáneamente al plano de la Materia, donde nos encontramos nosotros. Y así, los chohanes están aquí con nosotros. Existe una congruencia del Espíritu y la Materia ahí donde nos encontramos, entendiendo que el tiempo y el espacio no son sino coordenadas del infinito.
Veamos brevemente a estos siete chohanes y sus retiros.
El Morya, chohán del primer rayo, mantiene su foco de la voluntad de Dios en el plano etérico concurrente con Darjeeling (India). Es el Jefe del Consejo de Darjeeling, un consejo de maestros ascendidos de la Gran Hermandad Blanca.
Lanto es el señor del segundo rayo, el rayo amarillo de la iluminación. Presta servicio en el retiro del Royal Teton, el retiro principal de la Gran Hermandad Blanca en el continente norteamericano. Se ocupa de la iluminación de la juventud del mundo.
Pablo el Veneciano es el chohán del tercer rayo, el rayo del amor divino, la llama rosa. Es el jerarca del Château de Liberté, en el sur de Francia. Patrocina la cultura de los maestros ascendidos para esta era y trabaja con todos los que desean impulsar esa cultura en beneficio de la humanidad.
A continuación llegamos al gran disciplinario, Serapis Bey, chohán del cuarto rayo. Serapis mantiene el foco del Templo de la Ascensión en Luxor, en Egipto. Éste e el lugar en el que los candidatos a la ascensión son recibidos, y está considerado como el retiro en el que es más difícil entrar. Serapis Bey es el instructor del sendero hacia la ascensión.
Hilarión es el chohán del quinto rayo, el rayo verde de la precipitación y la verdad. Estuvo encarnado como el apóstol Pablo. Mantiene el Templo de la Verdad cerca de Creta, en el plano etérico. Trabaja con ateos, agnósticos, escépticos y otros que se han desilusionado de la vida y de la religión.
Nada es el chohán del sexto rayo, el rayo de la ministración, el servicio y la paz
La llama del sexto rayo es púrpura, del color de las violetas, moteada de dorado metálico y rubí. Su retiro está en el desierto de Arabia.
Saint Germain, chohán del séptimo rayo, tiene en esta era una posición muy importante en la jerarquía. No solamente es el chohán del séptimo rayo, de la libertad, la misericordia, la transmutación y el ritual, sino que también es el jerarca de la era de Acuario. Las pulsaciones de la llama violeta se pueden sentir desde su retiro sobre la Casa de Rakoczy, en Transilvania, y desde la Cueva de los Símbolos, en los Estados Unidos.
Los cargos de los siete chohanes de los rayos son designados divinamente por la jerarquía cósmica. Los que ocupan tales cargos son seleccionados entre los seres ascendidos más cualificados que han surgido de las escuelas de la Tierra. Cada uno de ellos ha alcanzado la maestría sobre sí mismo y se ha ganado la ascensión sirviendo a la humanidad en uno o más de los siete rayos a lo largo de sus encarnaciones en el mundo de la forma.
El chohán de cada rayo tiene una responsabilidad soberana, por ordenación divina, de administrar a la humanidad todos los aspectos cualitativos de su propio rayo específico, armonizando a la vez la administración de estos aspectos con los otros seis rayos de la luz blanca. Los chohanes siempre obedecen la ley cósmica; sin embargo, se les otorga cierta libertad según su evolución, sus capacidades y sus dotes especiales individuales manifiestas para dirigir a la humanidad de la forma más diestra, proporcionando una amorosa ayuda y dirección espiritual que respondan a la necesidad del momento. Los chohanes tienen a su servicio legiones de huestes angélicas y hermanos ascendidos que llevan a cabo el plan de la Gran Hermandad Blanca para la expresión más completa posible de los siete rayos entre la humanidad de la Tierra.
Las personas son sintonizadas con ciertos rayos para que puedan realizar un servicio específico para Dios y el hombre. El rayo del servicio con el que la persona está sintonizada puede variar de una encarnación a la siguiente, pero la recompensa por la realización del servicio es acumulativa. Y así, se pueden conservar poderosos moméntum procedentes del servicio realizado anteriormente en varios rayos o en todos. Un requisito para la ascensión es que exista un equilibrio de realización espiritual en los siete rayos, y esto es la marca del hombre o la mujer de la era de oro.
Los servicios de los siete chohanes tienen un impacto sobre todos aquellos que trabajan en el mundo, sea cual sea su nivel de servicio: hombres de estado, líderes y organizadores están en el primer rayo bajo El Morya; profesores, filósofos y educadores sirven en el segundo rayo bajo Lanto; artistas, diseñadores, esteticistas y los que poseen una naturaleza creativa sirven en el tercer rayo bajo Pablo el Veneciano; arquitectos, planificadores y aquellos que se dedican a la pureza y la disciplina en cualquier empeño sirven con Serapis Bey en el cuarto rayo; doctores, científicos, sanadores, músicos, matemáticos y los que se han consagrado a la verdad sirven en el quinto rayo con Hilarión; ministros, enfermeras y todos los que se aplican a las necesidades de la humanidad asisten a Nada en el sexto rayo; diplomáticos, sacerdotes del fuego sagrado, actores, escritores y defensores de la libertad sirven con Saint Germain en el séptimo rayo.
Si nos falta uno de estos rectos atributos y deseamos progresar en un sendero en concreto que nos devuelva a Dios, podemos rezar a nuestra Presencia Divina, a nuestro Santo Ser Crístico y al chohán de ese rayo para que se manifiesten en nuestro mundo las cualidades que queremos. Al hacer esto, podemos dar grandes zancadas de progreso espiritual en un período relativamente corto.
Los tres órdenes de seres espirituales
El reino de los maestros ascendidos es el orden de los seres crísticos, la evolución que denominamos los hijos e hijas de Dios. La humanidad pertenece a este orden y su destino es convertirse en el Cristo. Este orden incluye a seres recién ascendidos así como a antiguos maestros que han manifestado la conciencia crística. Además del orden de maestros y hombres, hay otros dos reinos de seres espirituales: el reino angelical y el reino de los seres elementales.
Cuando Dios creó al hombre y le ordenó que fuera fructífero sirviendo, que multiplicara sus gracias y que se adueñara de la Tierra [Génesis 1:28-29], le proporcionó ayudantes para la importante tarea de expandir Su reino. Subalternos angélicos y siervos elementales de la tierra, el aire, el fuego y el agua conformaron la comitiva cósmica que acompañó al hombre cuando descendió a la Tierra, “arrastrando nubes de gloria” y prometiendo: “¡He aquí que YO SOY y vengo, oh Dios, para hacer Tu voluntad!” [Hebreos 10:7-9]
Durante tres eras de oro en la Tierra, el hombre habló libremente con su Dios y se asoció íntimamente con ángeles y elementales. La comunión con toda vida no tenía límites y la cooperación entre ángeles, elementales y hombres era impecable. Al hombre se le dio la tarea de supervisar la creación y de trabajar con Dios para planificar, diseñar, inventar y dirigir las actividades en la Tierra. Los elementales, los constructores de la forma, recibieron la importante tarea de traer a la manifestación las intenciones de Dios y el hombre. Y los ángeles recibieron la santa ordenación de atender a las necesidades tanto de hombres como de elementales.
Los tres órdenes de la jerarquía celestial manifiestan la llama trina, los tres atributos primarios de Dios: poder, sabiduría y amor. Los hijos e hijas de Dios están destinados a exteriorizar la inteligencia de la mente crística, concentrando el ingenio de Dios en la invención y la creatividad. Fueron creados para convertirse en cocreadores con Dios. Representan la pluma amarilla de la jerarquía.
La pluma rosa de la llama trina de la jerarquía es el orden de las huestes angélicas. Su servicio consiste en amplificar los sentimientos y las virtudes de Dios. Traen consigo las cualidades de la esperanza, el amor, la misericordia, la compasión, la caridad, la constancia y todas las virtudes que nos hacen falta para tener éxito en la vida. Los ángeles nos ayudan a amplificar estos sentimientos y con frecuencia lo hacen mediante una música celestial, llamada la música de las esferas en los niveles internos.
Los arcángeles son los seres más elevados del reino angelical, que incluye hasta el ángel más diminuto. Este reino incluye a los querubines, a los serafines y a toda clase de órdenes de ángeles bajo sus líderes. Cada maestro ascendido posee su propia legión de ángeles sirven con él para amplificar la llama que el maestro alimenta.
El tercer orden, o reino, representa la pluma azul de la llama trina. Éste es el orden de los Elohim, o del reino elemental. Los Elohim son los seres más elevados de este orden. Los Elohim son los constructores de la forma, los Siete Espíritus de Dios que respondieron cuando Dios emitió el fíat “Hágase la luz; y hubo luz”. [Génesis 1:3] Cuando Dios dirigió la formación del cosmos en el plano físico, fueron los Elohim los que produjeron esa creación. Bajo los Elohim están los directores de los elementos, que, a su vez, están a cargo de los gnomos, los silfos, las ondinas y las salamandras: los seres elementales que se encargan de los cuatro elementos del reino de la naturaleza.
Fragmento de la Introducción de los maestros y sus retiros, pp. 3-9, SUP, 2003.
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